De todo el continente, los últimos países que han alcanzado un grado de desarrollo económico notable son Australia y Nueva Zelanda. En el resto, el progreso se ha visto secularmente obstaculizado por la dispersión geográfica y humana, el aislamiento, la escasez de profesionales cualificados y las dificultades de comunicación, entre otras muchas causas.
Australia ha sido tradicionalmente un país ganadero y agrícola. Cerca de cincuenta millones de hectáreas se dedican al cultivo de trigo, cebada, avena, maíz, arroz, patatas, soja, cacahuates y girasoles. Son de destacar, así mismo, los cultivos industriales de caña de azúcar, algodón y lino, y los de agrios y vides, estos últimos base de su industria vinícola. Su importante cabaña ganadera la he permitido convertirse en el primer productor mundial de lana y ha potenciado también las industrias cárnicas y alimenticias (lácteos).
En Nueva Zelanda, por otra parte, los cultivos y la ganadería son muy similares a los australianos, si bien el nivel de producción es muy inferior. En el resto del continente se practica una agricultura familiar y en sistemas de plantación, en los que las principales producciones son las de caña de azúcar, cacao, café y especias.
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